Año
28-12-2023
07-01-2024
Medio
Fotografía análoga
Técnica
Cámara Canon AE-1
Lente Canon EF 28mm f2.8
Película Kodak Portra 400
Revelado por Foto Pierre en Villarrica
Scan por @alma_salvaje_ediciones
Edición en Adobe Lightroom Classic
1. Trazar una línea por la cordillera
Cruzar la región de sur a norte era una fantasía. La idea me fascinaba pero parecía imposible. No conocía la zona a la que me dirigía, tenía poca experiencia, mi bicicleta era vieja y pesada y de mecánica no sabía mucho. Sin un destino claro, cargué las alforjas y me largué a pedalear. Me dirigiría hacia el este, hacia la cordillera, y luego por la cordillera hacia el norte. Solo. Mi objetivo no era trazar una línea específica. Más bien se trataba de recorrer la Araucanía Andina –la Pewen Mapu– y crear una serie de fotografías de retrato y paisaje. La ruta la definiría en el camino. En cualquier caso, tenía todo lo necesario para avanzar, comer y dormir.
Una alternativa era cruzar por el este del volcán Sollipulli, un tramo con muchos cruces de río, y luego hacer un circuito por Conguillío, Malalcahuello y Galletué, siguiendo la ruta de 355 km de Coigüe Expeditions. La otra, más compleja y significativa, era continuar hacia el norte y llegar al Biobio.
Salí de Pucón a fines de diciembre. El primer día se me hizo pesado. Subir empujando la bici no tiene mucho estilo. Acabé el día nadando en laguna El León y al enfriarme me acalambré. Por la noche, en la carpa, recibí un mensaje de Franco pidiéndome que le mandara fotos. Con el poco material que le fui enviando escribió #mauroenbicicleta, una especie de estela del viaje que fuimos observando durante el viaje.
El segundo día, mientras fotografiaba a un campesino manco, con el volcán Lanín de fondo, veo a un rucio acercarse en bicicleta. Era Thomas Hofer, un alemán que venía viajando desde Punta Arenas. Tom escuchaba un curso de español y al pasar hizo un gesto para que lo esperase. Hablamos en inglés y rápidamente me convertí en el intérprete. Tom tenía planes de ir hacia el norte. Su meta: Colombia.
Viajar acompañado es más sencillo y decidimos continuar juntos hacia el volcán Sollipulli. Tom guiaría con sus apps y yo haría de relacionador público. Cruzar ríos y sortear volcanes con más de 20 kg en una zona remota ya no parecía tan delirante. ¿Podría seguirle el ritmo? No se trataba tanto de que el destino fuese alcanzable como de crear sentido en el camino.
2. Sobre un cielo blanco, rancheras y un ceviche peruano
Desperté y las nubes dejaron entrever el cráter gigantesco del volcán Sollipulli. En pocos minutos se amplió el horizonte y por el mar de hielo marcharon veloces las sombras de las nubes hacia nosotros. Era como estar sobre un cielo blanco con nubes oscuras. Vimos que había un punto más elevado y caminamos a la cumbre. Tom en zapatillas de bicicleta y yo en chalas.
Pasamos la noche de año nuevo durmiendo con la monótona música ranchera de fondo. El primero fuimos a Melipeuco a descansar y a comprar provisiones para luego continuar hacia Conguillío. Nos siguió la ranchera.
Otro día lindo. La arena volcánica suelta del camino que sube por el escorial del volcán Llaima me obligó a caminar entre el calor y el polvo. Nos bañamos en laguna Arcoiris y seguimos a la zona de camping. Nos tomamos algo en el restorán, pese a que buscábamos lugares menos turísticos. Según Tom el paisaje en Conguillío se asemeja al de Los Alpes. Nadamos en el lago, hice fotos y dibujé el paisaje. Tom escribió su crónica.
A la mañana siguiente continuamos hacia el norte. Primero fuimos a ver la Araucaria Madre de 1800 años (un niño concluyó que un marshmallow era una buena referencia para dimensionar su calibre). Did you feel the earthquake?, le pregunté a Tom en la mitad de una bajada infernal por un camino aserruchado con calaminas. Al llegar al valle dimos con un cartel impreso con el clásico menú peruano. Resulta que un peruano se casó con una lamien y abrieron un restorán: “La picada vista Llaima”. El lugar era humilde y a Tom no le dió buena espina, pero hice algunas preguntas y el tipo parecía saber lo que hacía… Me sirvió el mejor ceviche que he probado en mi vida. Con todo: reineta, choro zapato, almejas, calamares, limón, rocoto, yuca, maíz… Tom pidió un lomo saltado y cada uno dos vasos de jugo de arándano con miel. Estuvo increíble.
Al atardecer llegamos a Malalcahuello. La última parte del camino tomamos la autopista por donde pasan camiones. En ninguna otra parte me sentí más en peligro. Llegué agotado.
3. Un arriero nos versa sobre la guerra de Ránquil
El tercer cruce de montaña fue como estar en el desierto. Arriba la tierra estaba suelta y tuve que caminar. Escuchar a Tom cantar un tema de Dragon Ball me subió el ánimo. En el punto más alto del tramo, frente a un escorial inmenso, descansamos antes de bajar hacia Reserva Nacional Las Nalcas. La parrilla volvió a soltarse y llegué al sitio de Conaf caminando, con el fierro rozando la rueda y cubierto de polvo. Tom se había adelantado y me esperaba junto a un arriero. Al llegar escuché al arriero llamarlo “nieto de Hitler”.
Comímos mientras el sol se ponía sobre el Lonquimay y el arriero nos versaba en la guerra que sostuvieron pehuenches y mestizos contra colonos del siglo XX. La concentración de la propiedad y las malas condiciones de trabajo, “de sol a sol”, llevaron a los trabajadores a sublevarse en el llamado Levantamiento de Ránquil. Leo ahora que la represión estatal dejó entre 150 y 500 fallecidos. Una de las mayores masacres de la historia de Chile. El arriero fijó la parrilla con un clavo torcido que sigue ahí.
Dormí ansioso, me preocupaba la bicicleta y sabía que se venía un día largo. Por la mañana Tom aseguró el clavo con un alambre y partimos hacia el río Biobío, que en realidad es un embalse enorme. Antes de partir llegó el funcionario de Conaf junto a su mujer. Ella nos regaló pan y él nos dibujó un mapa. Los locales viven en otro tiempo. Están aislados de la vorágine. Tienen un ritmo pausado que puede ser desesperante. El ciclista despierta curiosidad y confianza; asombro y un deseo de solidaridad. Ví chapas de puertas invertidas, carteles con señales equívocas y calcetines fétidos en una pieza arrendada; pobreza material y analfabetismo; picardía, cariño, calma y aceptación.
El último día efectivamente fue el más duro. 1400 metros de desnivel por una ruta serpenteante y aislada, sin servicios, que atraviesa tierra mapuche y propiedad fiscal; puentes y senderos; cerros y bosques; campos privados y tierras en recuperación. Pedaleé y empujé la bici con entusiasmo y felicidad. Era el último esfuerzo para llegar al Biobío y cruzar la región, la histórica Frontera.