Los lienzos son cartones. “Entelados”, me explica Mauro. Miden 30 de ancho y 40 de alto.
Él los monta sobre un atril retráctil. Ha inventado un sistema para transportarlo todo de manera compacta en su mochila de montaña. Usa óleos al agua (para mí es un oxímoron).
Aparecen las primeras pinceladas. Voy a exagerar: son dolorosas. Es que es imposible anticipar qué ocurrirá con ellas y es difícil confiar, a pesar de la historia, en que saldrá algo interesante de ahí. Es como si esa persona pintara por primera vez.
Veo al pintor hacer los primeros trazos: un video en loop, repetido mil veces, podría servir para combatir la romantización del artista, que acometemos y criticamos al mismo tiempo.
Hay un tipo que pinta de espalda al sol, firme en la costa nevada del lago Huinfuica (hay debate sobre cómo se escribe). El tipo es el mismo que recién me ofreció dátiles y almendras: mi hermano Mauro, el pintor.
Debo buscarme mi propia aventura, una distracción. Suena el grito de un pájaro.
¿Y eso?, le pregunto al que pinta. Un carpintero, responde él, sin mirarme.
Es el momento: me retiro.
Son dos machos y una hembra. Un padre y un hijo, supongo. La misma cabeza roja. Me acerco. Me acerco como nunca me había acercado a un carpintero. La fuerza del cuello, la potencia del golpe… apoyo mi mano en el tronco para tocar el sonido. No siento nada.
En el bosque los carpinteros, una pareja y su cría. En la costa del lago, entre el bosque y el hielo, una persona que pinta. Soy el testigo al que nadie observa.
Regreso avanzando sobre la nieve polvo que cubre el agua congelada del lago. Encuentro a Mauro de espalda al sol y delante de él una mancha naranja, una luz que él pintó en el cartón entre los troncos de las lengas. Fue imposible prever algo así y ahora no consigo explicar lo que veo. Una araucaria al óleo, por supuesto; eso es lo fácil. Pero irradia calor. Si lo escribo sonará falso, pero está pasando, ahora mismo, es verdad: yo siento ese calor y no lo voy a negar.
Miro más allá del atril. El naranjo y el calor del lienzo están y no están en el bosque: el paisaje que se abre detrás del lienzo es y no es el del cuadro.