“Aunque no haya paisaje virgen alguno, la foto consigue atrapar una imagen que nadie nunca había visto.” Escribí eso días pasados, a propósito de las fotografías de Mauro reunidas en la serie Espejo de agua.
Son fotos de aguas y también, cada una, la foto de una imagen que un día concreto quedó como impresa en el agua. No muestran paisajes o escenas; muestran una imagen especular, ya grabada en el agua de un río —el mismo río que alguien habría usado para hablar del tiempo o el devenir y que, aquí, en esta serie, es un soporte inmóvil.
Ahora bien: no todas fueron así, especulares. No es cada agua el telón de una proyección. Las hay que son el telón de un velamiento: aguas que que se “caracterizan”, me aclara Mauro, menos por reflejar que por traslucir y que dejan ver la imagen de otros objetos en su interior o su fondo.
Igual ese no es el punto. El punto es que el agua es la tela o el velo, la pantalla, que da cuerpo a la imagen que Mauro registra.
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Anduve perdido. Me encandiló la idea de que la imagen era previa a la foto. Pero no es necesaria. Lo que necesito, para continuar esta crónica falsa, es constatar que cada una de las fotos se hizo ahí, frente al río o el lago, y que hay “algo” de la foto, con la imagen que encarna, que fue parte del paisaje de ese día.
La creación de las fotos de la serie, llamada “Espejo de agua”, fue una “recolección”, una “toma de muestras”. Y el resultado —el conjunto de fotos— indica que ese acto existió.
Y este sí es el punto que justifica hablar aquí de las fotos de “Espejo de agua” en lugar de hacerlo sobre Mauro en la cordillera. Cuando Mauro le hace un “no a la fotografía” y opta por la pintura, hay un procedimiento que se mantiene de proyectos anteriores: la construcción de una obra con objetos traídos desde el paisaje mismo.
La obra se construye con el paisaje: con la imagen de la araucaria recortada contra el blanco de un lago congelado y también con los óleos y lienzos —cartones “entelados”, me explica Mauro— que ahora también son paisaje: porque fueron introducidos ahí por el propio Mauro, ahí en el paisaje, en el “fuera de cuadro” del lienzo, y a la fuerza, y eso ya no puede borrarse.
Laguna angelina, de la serie Espejo de agua.