Esta foto, dice Mauro, estuvo más de 10 años en la cámara, sin revelar.
Estamos subiendo el Cerro Provincia. Es septiembre u octubre del 2010. Me habían aceptado en Cambridge pero la beca todavía no salía. Era una especie de limbo.
Recuerdo, dice Mauro, que la Ana nos llevó en auto camino a Farellones. “Nos echamos una siesta en el refugio cerca de la cumbre y después bajamos por San Carlos”.
Yo también lo recuerdo. Y la imagen, grabada en el negativo, hace más de 10 años, funciona también como una suerte de recuerdo.
Pero la foto, en realidad, aunque sea la sombra de un hecho, es también un objeto: estuvo ahí y hoy persiste, casi igual a como fue entonces. La película llegó de vuelta a Santiago tal como podría haber llegado una piedra desde la cumbre. La piedra ya estaba ahí cuando llegamos; la foto no. Pero después de tomarla, esa foto fue, ella también, parte del paisaje. No hablo de la imagen que vio Mauro mientras esperaba que yo lo alcanzara. Hablo de la imagen que él creó con la cámara.
Hoy la cosa es distinta: son otros materiales los que entran a la cordillera, se transforman y regresan cambiados. Y son otras las personas que acompañan a Mauro mientras él, de espalda al sol, intenta fijar algo que persista, algo que abra un camino en el tiempo distinto al de la memoria.